jueves, 3 de febrero de 2011

Belleza de la vida cristiana.

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Veo pasar tantas mujeres tan bonitas, tan bien cuidadas, que muy temprano se dirigen a sus respectivos trabajos. Muchas jovencitas, algunas con varias décadas de vida, pero igualmente hermosas, y producto de una misma explicación: el buen cuidado a la apariencia. ¡Se ven tan coquetas maquillándose!. Cuando veo a esas bellas damas que en forma esmerada, y valorando el atributo de la belleza, hacen toda una rutina de embellecimiento, reflexiono lo que resulta del buen cuidado, tanto personal como espiritual; y esto es lo que Dios espera de nosotros: tal como esas bellas damas sin faltar un sólo día a esa rutina embellecedora porque lo requieren para figurar personal y profesionalmente, igual hay que surtir nuestra alma de embellecimiento espiritual (cada día), a través de la respectiva e infaltable rutina de embellecimiento de nuestra fe con las joyas de la sabiduría espiritual, y esto es algo más que un símil, porque qué mal aspecto ofrece un cristiano de pobre testimonio, que pone en evidencia que ni conoce ni valora la importancia de dar luz al mundo con su testimonio. El cuidado de las mujeres a su belleza, nos da la moraleja que las cosas valiosas hay que cuidarlas, y, la vida cristiana es esa faz con la que mostramos al mundo la Magnificiencia de Dios, y que hay que maquillarla (entiéndase cuidarla) para que muestre su mejor rostro. Cuando mostramos amargura, es como una mujer descuidada, pero cuando mostramos alegría y regocijo espiritual, es como una mujer bella. Todo hombre se siente orgulloso de la belleza de su mujer, así como toda mujer aspira verse bella para su marido, de hecho, las iglesias cristianas no están exentas de la belleza de esposas e hijas, que valoran mostrar su mejor presencia a Dios y a la gente, planteamiento que evidencia que el embellecimiento no escapa a la visión de autoestima de cualquier cristiano. Admiro la belleza de la mujer, así como admiro la belleza del alma, por eso paso al símil que la belleza de nuestra alma merece un cuidado semejante o superior al que ofrenda una mujer a su apariencia, y la razón de dicho símil además de la cualidad de la belleza, se basa en el concepto de valoración: las cosas valiosas se cuidan, y la vida cristiana es valiosa, por tanto hay que cuidar "la belleza" del testimonio. La belleza del alma es muy parecida a la belleza de la mujer, porque ambas son inexplicablemente sutiles y delicadas.iluminación,jpg

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