
Veo pasar los carros a través de las puertas de vidrio del trabajo. Muchos modelos, algunos con varias décadas de antigüedad. Cuando veo a esos modelos con más de 30 años de vida, y todavía circulando en forma aceptable, reflexiono lo que redunda del buen cuidado; y es lo que Dios espera de nosotros: tal como surtimos el vital aceite del motor cuando el vehículo lo requiere, igual hay que surtir nuestra alma de lubricante espiritual, a través de la oración y lectura bíblica.
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