¡
Llora, llora, llora!, cuando tu alma te lo pide. Veo personas soportando estoicamente un grave dolor interno, y no canalizan esas emociones. La consecuencia es: muchas personas han fallecido por infartos innecesarios, a raíz de esa conducta. Pero, Dios te provee de dos recursos insustituíbles e invalorables: te provee del llanto, para que relajes tu organismo. Como también, te provee del consejo oportuno del amigo, para que aquietes tu corazón. Y, en ambos mecanismos se desliza a tí el consuelo de Dios.

No hay comentarios:
Publicar un comentario