domingo, 21 de noviembre de 2010

¡No le des el gusto!

Todo este mes de Noviembre ha sido muy lluvioso en Maracaibo. Se ven muchas noticias de prensa de barrios populares inundados, y ha habido ocasiones que se ha requerido el auxilio bomberil. En una ocasión mi casa fue azotada por desborde de aguas de cloacas, a las que tanto asco le tengo. Me dió mucha furia, y me tocó a mí la tarea de atacar el problema con mi hijo. Mi pensamiento al llegar a la casa, previo aviso a mi trabajo de lo ocurrido, fue: ¡No le voy a dar el gusto a Satanás!. Así mismo fue. Evité conductas enojosas con mi hijo, evité frases enojosas, evité recriminaciones innecesarias. Evité todo lo negativo que suele colocar Satanás en una situación semejante. Todo fue asunto de programarme mentalmente, para no darle el gusto al enemigo. Y, lo logré. Luego de unas horas, en las cuales se incorporó mi esposa que llegaba de su trabajo, el problema había sido eliminado. Comprobé que sí es posible, con algo de decisión, y sabiendo como actúa el enemigo, enfrentar con cierta ventaja sus asechanzas, porque al asumir el control de mi enojo, le quité el control y la ventaja a Satanás. En años anteriores, con menos actitud defensiva frente al enemigo, era víctima del enojo descontrolado y terminábamos todos, cansados, pero no tanto por el trabajo, sino por el peso de la inarmonía. Siempre al frente de mi casa hay muchachos que disfrutan bañándose al aire libre bajo la lluvia, disfrutando así de la misma, y, ese día yo lo disfruté de otra forma: disfruté la emoción de haber vencido esa tarde a quien tantas veces me había sometido con conductas enojosas frente a los típicos problemas que origina la lluvia en sitios donde el gobierno municipal no hace su trabajo, y decidí compartir mi alegre testimonio en mi blog, para que tenga alguna utilidad según quiera Dios utilizarlo. Hoy te digo: ¡No le des el gusto al enemigo!, y asume el control de tus emociones, y, repréndelo en el Nombre Santísimo de Nuestro Señor Jesucristo. La lluvia como fenómeno natural es bella, aunque a veces trae tristezas no por ella misma sino por el desorden urbano de nuestras ciudades. He visto a personas maldiciendo a la lluvia, por problemas semejantes al que acabo de narrar, y ya sabemos todos que las maldiciones son la alabanza a Satanás, robando allí toda la gloria que le debería corresponder a Dios al regalarnos la lluvia, y no entender la importancia de la misma para la vida natural. Cuando puedas, disfruta de la lluvia, que también es una bendición de Dios, bañándote cual mozo bajo la lluvia, o simplemente agradeciendo a Dios un fenómeno natural tan importante que previene las sequías y refresca los calores de las metrópolis.

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